sábado, 2 de noviembre de 2013

Por el Valle de las Sombras, del Dolor, de la Muerte y de la Vida.

Por el Valle de las Sombras, del Dolor, de la Muerte y de la Vida.
Por el Valle de las Sombras, del Dolor, de la Muerte y de la Vida. PDF Imprimir E-mail
Escrito por Antonio Moran del Cid   
VALLE_DE_LA_MUERTE_SOMBRAS_I
Somos verdaderamente, unas bombas de tiempo navegando por un mar de calamidades, atreviéndonos a pensar que así es como debe de ser, pues así es la vida, según nuestro propio concepto, en nuestra propia dimensión y nuestro propio tiempo.  No nos atrevemos a detenernos en ningún momento, no podemos, ni queremos.  Más puede la fuerza de la existencia, que nuestra propia voluntad para direccionarnos en otro sentido más humano quizás, o más imaginario, en un mundo que cada vez se hace menos existencial.


Por Antonio Moran del Cid
Un Testimonio Real,  dedicado a todos mis semejantes, que les toca o tocará enfrentar situaciones similares y donde la Fe, podría ser la única herramienta para salir adelante y trascender a un mejor nivel de entendimiento para su propia existencia.
Una congestión social:
Nos dejamos arrastrar por una serie de emociones, en un mundo de sensaciones que provienen de pesares y tormentos, que nos arrebatan la oportunidad de seguir siendo felices,  estresándonos por las circunstancias de nuestra propia situación, sino es la económica, es la política, sino la social o la familiar o alguna más que nos inventamos o dejamos que otros la inventen por nosotros mismos.

En realidad, no nos damos cuenta de todo lo que dejamos pasar, por sopesar esa situación, que a la fuerza la queremos hacer parte de nuestra cotidianidad; hasta que llega el momento, como el que me llegó a mí en lo particular, como un recién bautizado de adulto mayor, que de pronto me tuve que enfrentar a un vórtice que me apareció en el camino de la vida y que me fue imposible evadir y  me sumergió sin ninguno de mis permisos, en una situación bizarra, no solo por el hecho de atraparme, en el peor de mis momentos y robarme hasta el más mínimo elemento del mundo que amaba con toda mi vida, sino enviarme a un destino completamente desconocido. Un valle sombrío y retador, que me llenó de pánico y terror, al verme obligado a atravesarlo como la única opción para salvar mi vida y reconquistar de nuevo, mi mundo, mi territorio donde vivía y quería seguir viviendo.

La Salud y la Enfermedad:
Todo empezó, cuando mi cuerpo se llenó de dolor y de muchísima angustia como nunca antes, una sudoración constante en el día y en la noche, en frío y en calor.  Mi Esposa advirtió que los cuellos de mis camisas, de pronto se ponían amarillos y como excelente mujer y ama de casa, pensó que era el detergente, o la lavadora, hasta que un día también advirtió que mi cuerpo y la esclerótica de mis ojos, también estaban amarillos y que mi fuerza se estaba debilitando a pasos agigantados.  

Yo, en realidad, me preocupé ciertamente, al ver su rostro lleno de temor y mucha preocupación.  Decidimos aceptar que nos llevaran al hospital.  Eugenio, mi cuñado, llegó por nosotros y claro, yo ingenuamente pensaba que me iban a poner una de tantas inyecciones y listo, de regreso a mi casa, pero esa tarde, que me habían pedido no almorzar, para que me hicieran los respectivos análisis, me tenía con un nivel de ansiedad y otro con el nivel de hambre, encontrándome debilitado, vi mi rostro por un momento en el retrovisor del vehículo, completamente iluminado, no solo por el sol, sino por lo amarillo que estaba, a causa de la ictericia, que ya había hecho mella en todo mi cuerpo…

Estaba cayendo en depresión y me estaba debilitando mucho más aún… Finalmente llegamos al Hospital Nacional San Juan de Dios, entidad que no deja de ponerlo a uno un poco más deprimido, por el concepto que se tiene, con respecto a las calidades de servicios de salud que se ofrecen, dada la precaria situación de toda la red hospitalaria del país…


Enfrentando una Crisis:

Tras un momento de espera por mi Sobrina Eugenia, Médico en ese entonces del área de ginecología, nos hizo el gran favor de apresurar los trámites y atenciones al paciente y sin saberlo, me encontré en el área de emergencias de dicho hospital, con un desfile de Practicantes, médicos, especialistas y enfermeros, que determinaron mi urgente hospitalización, luego de una serie de entrevistas con médicos internistas, cardiólogos, radiólogos, cirujanos, etc.   Para obtener la mayor información posible, con respecto a los síntomas y malestares de mi propia enfermedad.

Las criaturas de la Noche: Seres de la sobrevivencia.
Un tormento que no había empezado aún, hasta que  muy amablemente me invitaron a subirme a una camilla, colocándome en el ala de pacientes emergentes y así mismo, la debilidad y el hambre continuaban, cuando llegó la noche y todas sus criaturas empezaron a invadir cada uno de los lugares de la Emergencia de dicho Hospital.  Mareros, acuchillados, macheteados, baleados, borrachos, golpeados accidentados, atropellados, prostitutas, artistas del travestismo en situaciones deplorables, además de los pacientes de enfermedades comunes crónicas o de la edad, con alguna urgencia incontrolable.

El Valle de las Sombras, una existencia inefable:

Gritos, gemidos, ayes de dolor, que se perdían en el trajinar y carreras de todos los empleados de la salud que trabajaban bajo presión y que mi persona y mi situación, empezaban a significar un paciente, con un número de camilla, en uno de los lugares de la gran sala de emergencias, con un legajo de papeles con mi información, bajo la colchoneta de cuerina negra, en un bullicioso lugar cargado de muchas sombras y gritos de desesperanza.
Valle_de_la_Muerte_II

Desde días anteriores, había venido perdiendo peso muy aceleradamente y en esas mismas condiciones me encontraba en ese momento, con un poco de fiebre, amarillo completamente, con dolor de vesícula, sin poderme olvidar del nivel de hambre y ahora angustia por todo lo que estaba viviendo en la sala de Emergencias, como una fabrica de despojos de la noche, con la urgencia de ser arreglados en la medida que fuera posible, para seguir en su propia necedad de vida, pues para muchos lo que pretendían, era dejar de existir.

El Valle del Dolor: Un suplicio bizarro:
Las constantes visitas de rutina de grupos de médicos que se consultaban entre sí, hacían que mi preocupación fuera poco a poco incrementándose y por supuesto, junto a mis niveles de hambre, se transformaran en niveles de angustia, pues los comentarios profesionales y el lenguaje técnico, a veces indescifrable, me mantenían siempre en alerta y claro, el bullicio y las lámparas de techo eternamente encendidas, no me permitían el poder dormir en ningún momento.   El suero, los pinchazos de agujas, pruebas de sangre, presión, la vigilancia de 24 horas, aunados al dolor, el temor, el hambre, se hacia en realidad una situación insufrible.
Valle_de_la_Muerte_IV
Ese suplicio, no es más que el principio de ese largo caminar sombrío por ese valle, dónde se puede perder la vida y ha empezado por atravesar ese vórtice que arrebata lo que más se ama en este mundo, donde prácticamente también fui quitado y ahora, me encuentro en ese maremagno de situaciones, en las cuales nunca había estado y no puedo encontrar una solución lógica, pues estoy en un lugar, donde nada es lógico e inerte, sino todo lo contrario, estoy en un lugar, con una dinámica distinta, donde todo existe, pero que en su momento puede dejar de existir, pues en lugar de un mundo de colores, todo es lleno de sombras y donde tiene que haber vida,  existe la muerte.

El Valle de la Muerte, un triste tormento:
Un valle, donde todos vamos por un mismo camino por igual, pero con una tan sola diferencia, el único elemento que puede transformarse en la salvación, es  una plena relación con Dios, como Señor y Creador, pues la realidad se convierte en un ensueño y la irrealidad, se convierte en una constante lucha espiritual, donde uno se fortalece o se empieza a perder la vida en la propia realidad.

Esta dinámica sombría, en la que vamos todos, pero cada uno de los que vamos, va solo y las únicas herramientas que se pueden llevar, es lo que realmente existe en el corazón, que es donde surge la fortaleza, el ánimo, la certeza y la fe y en ese lugar, son herramientas invaluables, pues es un valle demasiado dinámico y oscuro donde todo recurso tiene que contar.

Muchos, se quedan en el camino, agotados, aterrados, sin ninguna otra opción, otros prefieren esperar, sin saber qué, otros  simplemente se llenan de temor y quieren huir, sin saber a dónde.  Los caminos son interminables y los horizontes, son como una maraña indescifrable, que uno quisiera volar, pero no se sabe que es peor, pues no se conocen los caminos, no existen mapas y no hay instrumentos que revelen alguna posición.  

Hay muchas imágenes, que se confunden con nuestros recuerdos, que se van mezclando con el dolor y no se hacen gratos, ni provocan alguna alegría, sino que nos demuestran que son parte de nuestra existencia y lo único que podemos hacer,  es continuar de frente y buscar nuestro camino sin mirar atrás por nada del mundo.

Un camino oscuro, donde uno mismo se encuentra clamando, orando y predicando, para todo aquél que se encuentra aún más débil.   El valle se torna más oscuro aún y uno quiere fortalecerse, para no dejarse vencer, pues la lucha no ceja en ningún momento.

Triste pesar:
Regresé a mi realidad, cuando llegaron dos enfermeras sonrientes y juguetonas, que muy amablemente me llevaron a un cuarto de baño, para ponerme una bata de hospital y que mi ropa fue metida en una especie de saco, que se convirtió de inmediato en mi propia almohada y mis zapatos también fueron parte de mi información debajo de la colchoneta.  Fui acomodado en las afueras de la sala de pacientes de emergencia y las horas continuaban su camino y su destino muy pero muy despacio.  Así como las horas, mi dolor, al igual que mi aflicción continuaba, juntamente con la sed y el hambre y ahora, el frío de la madrugada se empezaba a sentir y mi boca y labios se iban poco a poco, resecando, con todo y mi paciencia.

VALLE_DE_SOMBRAS_I
Por supuesto, el ánimo de los médicos también iba decayendo y se notaba en su cansancio y su nivel de atención de todos los impacientes que sufríamos nuestro pesar en formas tan diferentes, pero todos con la ansiedad de que todo terminara de una vez por todas.

Mi recorrido en camilla continuaba y ahora era llevado a una sala de atención de cirugía, me imagino que la espera era, mientras averiguaban si el mal que me estaba acechando, no era en alguna forma contagioso.  Seguía en espera y otras criaturas de la noche, llegaban con sus propios males, ganados de su propia maldad y su propio sufrimiento.  Los grupos de médicos, continuaban con sus recorridos y cada vez, era un diagnostico y una probabilidad de una nueva cosa, pero los estudios y diagnósticos continuaban, así como la vigilancia de 24 horas, para mi sufriente y aún desconocida enfermedad.

Luego de casi tres días, optaron por llevarme a una sala de encamamientos, y en ese lugar, compartiría mi situación con otra serie de pacientes, con otra serie de males y sufrimientos, que según mi criterio, me permitiría tener algunas horas, para conciliar el sueño.  Los enfermeros que tuvieron a bien llevarme, a través de esos pasillos fríos, llegaron al fin a dicha sala y con todo cuidado, por la debilidad que tenía, no olvidaron el eterno suero conectado a mi amoratado brazo y en el duerme vela de la noche que ya apuntaba a la madrugada, me acompañaron una serie de quejidos, llantos y lamentos de los pacientes post operados, pero el cansancio podía más que un quejido, así que me quedé profundamente dormido, siempre con la preocupación que no estaba en mi territorio,  ni en mi cama y que nada era mío, más que la bolsa de tela, donde estaban mi ropa y mis efectos personales.

Las lámparas eran encendidas antes del amanecer, se podía apreciar la verdadera vocación de los enfermeros que iniciaban  su respectiva visita y limpieza de camas y pacientes, así como su vigilancia de rutina, para los medicamentos, pinchazos y sueros, en medio de regaños en broma, para los que no se querían bañar o incluso despertar.  Yo, lo primero que necesitaba era el respectivo baño con agua fría, pues no querían contagiarme con alguna bacteria desconocida y me preparaba,  antes de la visita de los médicos que llevaban las observaciones del avance de cada uno de los pacientes.  Seguía ictérico, con dolor, hambre, sueño, sed y prácticamente todas las necesidades que trae una enfermedad y que su pronta respuesta, se hacía cada vez más y más tardada.

Finalmente, me dieron a beber una solución con sabor a naranja, previo a realizarme un escaneo en otro hospital, donde tienen cooperación entre ambos, el Hospital Roosevelt, igual de precario, pero con las mismas buenas intenciones de atender a los necesitados, aunque es de dominio público, que “De buenas intenciones está pavimentado el camino que lleva al infierno”.

Salir en una ambulancia con otros pacientes, cada uno con su desgracia, vestidos con nuestro batín, en una tarde fría, con un ocaso igual de amarillo que yo, sintiéndome con toda la impotencia, y más cuando observaba el actuar de toda la población en su lucha del día a día por sobrevivir al afán, unos con su fruto y otros con su necedad, se me hacía muy complejo el entender ese basto andamiaje social como creación de Dios.

Luego de una espera y pasar por la experiencia de esa maquina que fotografiaría mi cuerpo interior, regresamos al Hospital en las mismas condiciones, mientras esperábamos los resultados para continuar con mi proceso de observación y la búsqueda de solución a mi problema, como el gran obstáculo para recuperar mi salud.
Hospital__y_Mdicos_IIICE
Obviamente, el ambiente de sufrimiento en la nueva sala, era reacio y de mucha distancia, pues nadie estaba para pasar la vida cómodamente, después de muchas horas de dolor.  Mi actitud era de vencer ese escollo y crear mi propio ambiente, para refrescar un poco el buen ánimo de sobrevivencia y poco a poco me fui acercando con cada uno, para hablar del mal que los aquejaba y colaborar con el más afectado.  En poco tiempo todos éramos amigos, pasados por el crisol del dolor y la enfermedad y la esperanza era salir adelante.

Ahora resultaba, que mi grupo de gente eran adultos mayores,  con males de la vejez, mareros y sicarios baleados, otras víctimas de asalto, acuchillados, amputados, cuadripléjicos, drogadictos con quemaduras de segundo y tercer grado, etc. Cada uno con sus penas y sus glorias, pero también con sus pretensiones de lo que no habían logrado realizar en sus vidas y que ahora, se enfrentaban a algo completamente desconocido como la salud y la muerte.

Mi situación y la situación de todos, me tenían en realidad aturdido y a la vez absorto y no puedo dejar de meditar, con respecto a la vida, a mi existencia, a mi tiempo y al propósito que Dios tiene para mí y para cada uno de nosotros como criaturas y humanos.  El Hospital, se ha convertido en el lugar, donde más se reclama, proclama y clama por  la presencia de Dios y en realidad, hace ver un tanto descoloridos a todos los templos, pues en ellos se contempla una adoración por obligación y hasta tedio, pero en éste lugar, se busca verdaderamente el actuar y la bendición de Dios, por medio del sufrimiento, el dolor y la necesidad.

Un lugar, donde todos los días se enfrenta a la muerte, que a veces vence y otras muchas sale vencida, pero nunca deja su lucha por arrebatar vidas.  Esta, Pareciera que es la última etapa para sobrevivir o dejarse vencer.

Mi mente, se empieza a confundir, abro mis ojos y los cierro y en realidad, no sé donde me encuentro, si es un sueño o ensueño de mi irrealidad o realidad existencial, pues los dolores y necesidades de mi cuerpo, se pueden sentir aún cuando estoy durmiendo o estoy despierto.  Mi lucha continúa y mi largo caminar también y necesito atravesar este tedioso valle, donde reina la oscuridad y todos sus matices en gris y en tristeza.  Veo a lo lejos reinados que fueron y se quedaron congelados en su época, comunidades que siguen funcionando en su mundo gris y generaciones pasadas, que aunque estén sonriendo sin motivo, como burlándose de mi existencia, no me siento invitado a quedarme o compartir, pues aún todos, nunca se dieron cuenta de un cambio, simplemente las penumbras del valle los absorbió y continuaron así, no envejecieron, pero tampoco trascendieron a su tiempo, ni tampoco contribuyeron a tener un mundo mejor y creo que tampoco les interesó.

Me despertó el bullicio de las visitas familiares de todos los pacientes, unos me sonreían, otros me ofrecían algunas frutas y mis propias visitas que llegaban con la cara menos afligida y me mostraban ese cariño tan importante, para llenar ese vacío existencial que poco a poco se iba borrando de mi mente y de mi corazón.

Lo inexplicable:
“Chicles, chocolates, dulces, papel sanitario, galletas, jabón, cepillos, pasta de dientes…”  No podía faltar, el desfile de vendedores en un hospital público… Inverosímil… y más aún, que todos los pacientes, aún los más delicados de salud, podían comprarle cualquier cosa a éstos comerciantes sin ley… ¿En pleno Hospital?  Y peor aún, en días de no visita… En un momento, me sentí en un ambiente de parque callejero y pensándolo estaba, cuando llegó un voceador de periódico… Tenía sed de leer, pero en ese momento, no podía enfocar ni mi realidad, ni mi vista… ¿En un hospital Público?...

Me di cuenta, que éste Valle de sombras y de dolor, tiene su propia capacidad para absorber la existencia de individuos, de pueblos y generaciones completas y que la lucha es un deber, un honor y parte de la  dignidad humana, cuando se tiene, con la cual mientras se tenga, hay que ofrecer toda lucha necesaria, con tal de cumplir a cabalidad dicha travesía.

La única fortaleza que me podían ofrecer los pueblos aletargados, era la de no repetir el ejemplo y que no contemplara sus tradiciones, pues también lograrían aletargarme en mi propia lucha.  Además, el hambre y la sed que siempre había tenido, se fueron transformando en querer salir de ese lugar, en el menor tiempo posible.  

Había momentos, en que encontraba más claridad en llevar los ojos cerrados, pues había tramos tan oscuros, que abrir los ojos en esos momentos, era prácticamente una necedad, me estaba enfrentando al Valle de la Muerte y los escalofríos se hacían presentes en todo momento y el ambiente se llenaba de esa sorna burlona, señalándome que todo se estaba preparando para mi final.  Todo el valle se regocijaba desde ya, con su victoria.  

Gritos de desesperación, clamores agudos de dolor extremo, que solo se podrían comparar a los últimos estertores de vida.  Mi respiración siempre agitada, mi agotamiento cada vez mayor, los niveles de dolor incalculables, hacía que mis pasos también fueran cada vez más lentos y con el mayor cuidado, pues me di cuenta que los caminos no eran tan anchos, como la profundidad de sus barrancos y que sus alturas, en realidad, nunca he podido observarlas.

Finalmente, llegaron a la conclusión de una operación interna de emergencia, pues mis conductos biliares, estaban obstruidos y todo mi organismo estaba a punto de entrar en un coma, ese era el motivo por el cual, todo mi cuerpo se había llenado de bilis, pues no tenía una  salida lógica, al igual que mi páncreas, mi corazón, mis riñones, en realidad todo mi ser, hasta mi propio cerebro y mi propia fe.

Fui intervenido en una clínica privada, fuera del Hospital.  La intervención fue rápida, no duró ni una hora, pero por lo menos ya se tenía una ruta certera acerca del problema.  No sentí absolutamente nada, más que una pesada siesta, luego de no tener la paz de poder dormir en los últimos tiempos.  Regresamos al Hospital San Juan de Dios, las calles continuaban con su cotidianidad.  Yo estaba fuera de ella y mis pesares, ya estaban creando mi propia cotidianidad, dentro del marco del dolor, de la muerte y de la vida.

Ángeles antes de morir, o antes de vivir…
La noche anterior, tuve un momento realmente extraño y a la ves exquisito en mi vida espiritual, nunca antes lo había vivido tan preclaramente como en ese preciso momento,  un encuentro conmigo mismo, un poco más de cerca,  ante la presencia de Dios.  Un momento para recapacitar y renovar mis pactos y alianzas con mi Señor, en otras palabras, un momento para ponerme a cuentas con Dios y con mucho detenimiento y mucha atención, para querer escuchar su palabra y aferrarme a sus Promesas, pues siempre he testificado que hay Poder en su Palabra.
2010_todos_los_santos
Humildemente me detuve en la pregunta más importante sobre la continuación de mi vida sobre la tierra, sobre este maravilloso Planeta.  Sentía que tenía muchas cosas inconclusas y que mi tiempo no era el último, pero que mis propósitos, se estaban convirtiendo en despropósitos y  no eran, ni se adecuaban a los Propósitos de Dios.

Tenía toda la buena disposición de someterme completamente a su voluntad y que si me permitía regresar, sería el mejor testimonio de lo que se puede lograr cuando se tiene un compromiso y un pacto con El.  Finalicé orando  por todos los pacientes y todos los necesitados de este mundo y pedí por cada uno de los que Dios había puesto en mi camino a lo largo de toda mi vida y poco a poco, fui conciliando el sueño, con ese duerme vela, que ya se estaba haciendo común en mi vida.

La oscuridad de la sala, se fue fundiendo con la noche y hubo un momento de quietud, un momento de paz, que empezó a escucharse un murmullo lejano, traído por el viento y que poco a poco se fue transformando en un himno majestuoso, cantado por millones de ángeles, como nunca antes, había escuchado  en toda mi vida.  Millones de ángeles con sus tesituras perfectas, glorificaban el Nombre de Dios, sin necesidad de instrumentos, más que la voz misma y finalizando cada estrofa con: “Jesús Vive y vivirá por siempre”…  

Yo, definitivamente me maravillé y por supuesto que también me aterré y en un último intento desesperado, me sentía obligado a abrir mis ojos, pues ese Coro Celestial, para mí, era el aviso de que estaba muerto.  Con mucho esfuerzo, logré abrir mis ojos y vi la sala en un total ambiente de paz y yo, continuaba escuchando ese Canto Divino y la fuerza de vida, se me apagó y no supe más… según yo, morí hasta que volví al día siguiente, con la certeza de que Dios me había concedido su gracia y estaba dentro de sus propósitos, como en realidad lo estamos todos.

Un sueño cargado de descanso y regocijo, con fuerzas renovadas y el buen ánimo de seguir adelante, me invitó a levantarme cuando cabalmente despuntaba el alba y me fui a recibir la purificación que da el agua fría y sintiendo esa rica sensación, mis lágrimas saltaron de la conmoción que aún sentía por estar ante la presencia de Dios y esa maravillosa alabanza celestial.  Lloré de gozo y alegría.  Había empezado a caminar, por el Valle de la Vida.

La lucha continuaba:
Los resultados fueron inmediatos, pero el mal seguía haciéndose presente en mi tiempo y en mi existencia.  Era necesaria entonces, una intervención mayor y mencionaron una operación laparoscópica, palabra cómoda y estética, pero no fue así, los estudios posteriores revelaron que mi problema era mayor y cuando se llegó el momento, en plena sala de operaciones una de las doctoras a cargo, se me acercó y me contó, al igual que otro médico, que iba a ser necesario abrirme, pues querían estar seguros de aliviar el problema y que primero Dios, todo saldría bien…

En realidad, estaba sorprendido por la vocación de los médicos, que a su corta edad, tenían tal certeza, que inspiraban confianza en sus decisiones.  Yo, sencillamente, le dije a la joven doctora que Dios me había dado la confianza para depositarla en ellos y que esperaba lo mejor.  Ella segura me contestó, confiamos en Dios…
Ciertamente, en ese Valle de la Muerte, algunas luces muy tenues, empiezan a caer de lo alto y hacen que nuestro camino logre algún sentido de dirección y cuando uno se detiene, se da cuenta que son las oraciones de nuestros seres queridos, que están confiando en Dios, para sacarnos de tal situación, y es cuando nuestro mundo enfatiza, que nuestra lucha ha dejado de ser física y nunca ha dejado de ser espiritual.  Fe, esperanza, amor y caridad.  

La necesidad de limpiarme la garganta, me despertó de la intervención y terminó de despertarme, cuando hice el intento normal de generar un tosido, fue en ese mismo momento,  cuando sentí que regresé a la vida, cuando viví el ardor de toda la operación y que mi cuerpo estaba como un despojo cadavérico y con mucho cuidado, me empecé a sentir sobre la sabana, el tamaño de la operación…Cerré mis ojos y recorrí la operación interminable…

Prácticamente, me partieron en pedazos, pensé, cuando no finalizaba el recorrido, pero al final, lo que estaba recorriendo era el drenaje que me habían puesto y que concluía en una bolsa de suero… Tuve mucha tranquilidad, pero no podía respirar, no podía hablar, me sentía como recién nacido, pero no neo nato, sino viejo nato, con un sinfín de problemas para poder existir.  Realmente drogado, debilitado después de esa lucha, adolorido y lleno de ardor en la mitad de todo mi cuerpo.  Igualmente, no podía comer, ni beber, ni hablar… Elementos esenciales en mi persona.  Un castigo.

Volví a dormir, hasta que llegó mi enfermero… Con sus buenos modales y vocación.  Hizo el papeleo de inmediato y me llevó a mi sala respectiva.  En el lugar, me esperaban toda mi gente, incluidas los familiares de todos los pacientes.  Yo casi flotaba cuando me pasaron a mi cama, pero en realidad lo que pasó, es que me trasladaron en vilo, pues mi cuerpo no tenía ninguna fuerza.  Mi familia, pudo sonreírme al fin, en sus miradas ya no existía la angustia, ni la tristeza.  Mi pacto con Dios, los había alcanzado y también tenían paz en sus corazones y creo que ese día,  todos dormimos con una nueva esperanza de vida, en especial yo, pues con Dios había vencido semejante batalla.

Al día siguiente, pude degustar de algunos bocados de comida.  El apetito había salido huyendo, con el ardor que me dejó la operación.  Mi voz, casi no se oía, mis movimientos eran muy lentos y mi respiración un tanto más normalizada.  Me declaraba un anciano de días.  Mis compañeros de sala, se sortearon mis alimentos y de cuando en cuando, me acompañaban y aprovechaban para contarme parte de sus vidas y sus vicisitudes.  Yo más que platicador,  era un buen escucha, para el sin fin de problemas y casos que tenían la confianza de contarme, a pesar de saber mi oficio de Periodista.  

Todos esos pesares y trastornos, definitivamente afectaban la mente de todos los pacientes y en cualquier momento vivíamos la indiferencia que viene con el dolor y el cansancio.  Yo necesitaba recuperarme más pronto que nadie, pues tras esa batalla, tenía la sed de trabajar y recuperar mi mundo.  Tenía que alimentarme, hacer ejercicio, tener buena disposición, ser atento y continuar orando para lograr mis verdaderos niveles de salud.  Sabía que muchos de los pacientes, aún estaban en esa batalla y que los instaba constantemente a seguir en los caminos de Dios y claro, me miraban como si estuviera loco, pues según ellos, yo no había entendido la recientemente lucha librada, definitivamente esa es una locura que cada uno tiene que enfrentar.

Muchos de ellos conquistaron la batalla, otros la perdieron.  La perdió el necio y la perdió el temeroso, murieron en pleno Valle, pero no sin antes haber escuchado de la Palabra de Dios y sus Promesas.
valle-huesos-secos
Finalmente, me dieron la buena noticia que me darían de alta y que podía regresar a mi casa, con ciertas fechas para darle seguimiento a las intervenciones.  Mi alegría en verdad fue inmensa, no lo podía creer, al fin estaría nuevamente en mi mundo, en mi tiempo y en mi propia existencia.  Regalé a mis compañeros todos mis implementos de enfermo y me preparé para esperar a mi Esposa y a mi Hermana Maritza, que me llevarían de vuelta a mi hogar.  Nuevamente pertenecía a éste lado del vórtice, mi calle era mi calle y el exterior me pertenecía otra vez…Me disfruté todo el trayecto, llegamos a la Casa, mi Hogar y juntos, nos maravillamos y oramos ante Dios, con corazón contrito y humillados, agradecidos por la nueva oportunidad de Vida y de Salud renovada.

Nuestras lágrimas las hicimos comunes, como una vivencia entre nosotros.  Bendije mi entrada y mi salida, besé el dintel y la puerta de nuestra casa, al igual que a mi Esposa y a mi Hermana y hasta esa noche, volví a disfrutar del verdadero Valle de la Vida.

Oramos por la recuperación de todos los enfermos del mundo y por todos aquéllos que tiene que atravesar ese terrible Valle de la Muerte, pero sabemos que Dios nos hará descansar en delicados pastos y nada nos faltará.

Mi recuperación va a pasos agigantados, continúo en la convalecencia, pero eso es prácticamente lo normal.  Mi vida ahora, tiene otro sentido, sé perfectamente que llegará el momento y final de mi tiempo, al igual que todos, pero mientras ese momento  llega: “Yo y mi casa, serviremos a Dios, en todo momento y en todo lugar”.
valle_de_vida
                                Foto de Francisco Hernández
Agradecimientos Especiales a:

Hospital San Juan de Dios
Hospital Roosevelt
Equipo de Médicos Especialistas, Médicos Residentes, Practicantes y Enfermeros de Emergencias y de la Sala de Cirugía de hombres del Hospital San Juan de Dios.
A mi sobrina Dra. Eugenia Juracán Morán y a todos los Médicos jóvenes que me sorprendieron con su vocación, dedicación y servicio de las distintas Facultades de Medicina de las Universidades del País.
Y a todos mis Familiares, Amigos y Colegas, que con sus oraciones me sostuvieron en la Fe para salir adelante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario